Chivas tenía en sus manos el boleto a Semifinales, pero el drama, y la nostalgia mal entendida, terminaron por sentenciar su eliminación. Cuando el partido pedía cabeza fría, liderazgo real y piernas con ritmo, apareció Javier Hernández para demostrar exactamente lo contrario. Un penal en los últimos minutos, la oportunidad que cualquier delantero quisiera, terminó convirtiéndose en el principio del fin para el Rebaño.

Chicharito había entrado al minuto 75’ casi por compromiso, sin peso, sin chispa y sin argumentos futbolísticos. Y aun así, al 85’, tras la caída de Sandoval y la marcación del penal, levantó la mano para cobrarse una responsabilidad que simplemente no le correspondía. Pulido, por respeto a la jerarquía, cedió el balón; la decisión que, visto el desenlace, terminó siendo el error más caro de la noche.

Lo que vino después fue la imagen que nadie en Guadalajara quería ver: Hernández dominando torpemente el balón, intentando proyectar seguridad con una postura más soberbia que convincente. Un suspiro, una carrera incierta y un disparo que ni siquiera obligó al portero. La pelota voló a la tribuna, como si quisiera abandonar la cancha al igual que las esperanzas rojiblancas. Con ese cobro, Chivas también salió del Apertura 2025.

Si los rumores son ciertos, este pudo ser el último acto de Chicharito en el club que lo vio nacer. Un regreso lleno de expectativa que terminó convertido en decepción. La última jugada importante que tuvo en la camiseta rojiblanca también fue la que selló su adiós: un penal fallado que ya queda registrado como símbolo del fracaso de una era que prometía mucho… y entregó muy poco.