En la convivencia cotidiana, hay frases que pueden parecer inofensivas pero que en realidad causan incomodidad, presión o incluso dolor a quienes las reciben. El especialista Juan Manuel González compartió en entrevista cuáles son las cinco preguntas más imprudentes que debemos evitar hacer en reuniones sociales, familiares o incluso en charlas casuales.
La imprudencia, explica, no siempre viene de la maldad, sino de la falta de sensibilidad. A diferencia de la indiscreción, que suele ser una curiosidad fuera de lugar, la imprudencia brota sin filtro y, muchas veces, sin medir las consecuencias. A continuación, las cinco preguntas más comunes que, por respeto, deberíamos desterrar.
“¿Y ustedes para cuándo?” Ya sea que la pregunta se refiera al matrimonio o a los hijos, esta es una de las más repetidas y también de las más dolorosas. En el caso de las parejas, puede generar tensiones si uno de los dos quiere formalizar la relación y el otro no. Aún más delicado es cuando se les cuestiona sobre la llegada de un bebé, sin saber si están atravesando dificultades para concebir, si han perdido un embarazo o si simplemente no tienen ese plan. González advierte que, aunque a veces se hace “con buena intención”, lo más probable es que genere incomodidad e incluso tristeza.
“¿Pero qué te pasó?” Esta pregunta suele hacerse cuando alguien ha cambiado físicamente: subió o bajó de peso, perdió cabello, tiene una apariencia distinta. El problema, señala el especialista, es que generalmente viene cargada de juicio, y muchas veces esconde un comentario negativo disfrazado de sorpresa. Además, puede tocar temas sensibles como enfermedades, duelos o situaciones personales que la persona preferiría no hablar. En lugar de señalar el cambio físico, González recomienda saludar con gusto y enfocarse en el reencuentro.
“¿Cuánto ganas?” Aunque en algunos contextos laborales puede ser una pregunta válida, como en entrevistas de trabajo, en espacios informales es completamente inapropiada. El ingreso de una persona es un dato privado, y preguntarlo de forma directa puede generar incomodidad, comparaciones innecesarias e incluso tensiones. “Aunque lo disfraces con un ‘si no es indiscreción’, sigue siendo una pregunta imprudente”, puntualiza González.
“¿Te vas a comer todo eso?” Comentarios sobre la comida de otros también pueden ser agresivos. Esta pregunta, aunque parezca una broma, puede hacer que alguien se sienta avergonzado de su apetito o su cuerpo. Para muchas personas, el comer en público ya es motivo de inseguridad, y este tipo de frases solo empeoran la experiencia. González recuerda que cada quien decide cuánto y qué comer, sin que eso sea motivo de opinión ajena.
“¿No crees que ya estás grande para eso?”
Desde practicar un deporte hasta usar cierta ropa o estudiar algo nuevo, esta frase refleja una mentalidad limitante. Etiquetar actividades por edad es una forma de juzgar las decisiones personales. “No hay una edad para dejar de hacer lo que te apasiona”, afirma el experto. En lugar de desalentar, es mejor celebrar que alguien se atreve a intentar algo nuevo, sin importar la etapa de vida en la que esté.
González cierra su participación recordando que “no hay que ser imprudentes”. Las palabras importan, y muchas veces, una sola pregunta puede arruinar una conversación o incluso una relación. La clave está en pensar antes de hablar, y priorizar siempre el respeto hacia las decisiones, emociones y procesos de los demás.
Porque al final del día, como sociedad, nos toca construir espacios más empáticos, donde escuchemos más y juzguemos menos.